

Y es que, la mayoría de personas del planeta han oído alguna vez eso de que “un diamante es para siempre”, aunque cierto es también que buena parte de ellas desconocen de donde procede este dicho, frase o, más bien, eslogan.
En 1947, Frances Gerety, creativa de la empresa de publicidad N. W. Ayer & Son que había sido contratada por la empresa sudafricana De Beers, que monopolizaba el mercado mundial del diamante, dio con el eslogan “A Diamond is Forever” consiguiendo con ello un éxito absoluto que se ha mantenido en el tiempo, tanto es así, que aproximadamente el 80% de las parejas que se prometen en Europa, Japón y Estados Unidos lo hacen con un diamante.
Pero, elegir adecuadamente el diamante más adecuado no siempre es sencillo y deben tenerse en cuenta determinadas características para asegurarse de la calidad del producto que se está adquiriendo.
Tal y como indican desde Diamantes Bilbao, especialistas en la compra de diamantes, “los diamantes se diferencian del resto de gemas por la posibilidad de determinar su calidad siguiendo normas y nomenclaturas. En cualquier caso, la determinación de la graduación de la calidad de un diamante dista mucho de tratarse de un proceso sencillo”.
Y es que, “las características que determinan la calidad y, por lo tanto, el valor de un diamante son el color, la pureza, el peso y la talla, tradicionalmente conocidas como las 4C’s del diamante, debido a sus siglas en inglés (Color, Clarity, Carat, and Cut). A estas 4C’s ha venido a sumarse una quinta, el certificado, por lo que hoy suele oírse hablar de las 5C’s del diamante”.
Lo común hoy en día es que al adquirir una de estas piedras preciosas venga acompañada de un certificado de calidad realizado por un laboratorio de certificación que acredite su autenticidad, así como las 4C’s de la gema.
En cualquier caso, y pese a que se trate algo que fue instaurado por una campaña publicitaria, hoy el diamante sigue siendo la mayor prueba de amor.